Cada ma ñ ana al despertar vuelvo y te olvido. A cada hora y a cada momento te olvido. Desde que no me miras no he dejado de olvidarte. La verdad es que te olvido a cada instante, a cada hora, todos los días, las semanas y los meses. Cada a ñ o hasta hoy te he estado olvidando. No hago otra cosa que olvidarte. No he faltado ni por un momento a la cita que tengo de olvidarte. Se podría decir que olvidarte es mi destino.
Solo existe el presente tan incierto, tan seguro como lo que es pasajero, como lo eterno. Todo es presente. El presente es interminable a pesar del pasado, a pesar del futuro. Es un largo interminable ahora. Solo existe el presente. Lo ausente no es, aunque haya sido, aunque algún día sea. Solo existe el presente como yo entre la ausencia del ayer y la falta de mañana.
A fuego lento se cocina esa niebla del alma -aquello que tantos llaman el olvido- y el que fuera amor en llamas se convierte en cálido recuerdo. Y al final -ese instante que uno cree que jamás llegará- es la imagen lejana de una mujer que un día nos enseñó que el amor es siempre distinto como cada primavera nunca se repite.
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